2A - ¿QUIÉN ES EL QUE LO DICE?

No siempre uno, el que habla, es el sujeto efectivo de la oración. Recuerdo que Castilla del Pino, en su magna obra ensayística sobre la Comunicación, exigía, para una relación sana entre individuos, que en toda intervención oral se sobreentendiese un casi siempre elidido (y la mayor parte de las veces cicateramente) “Yo digo que” al comienzo de cada oración. Ello nos obligaría a asumir nuestra responsabilidad como sujetos emisores de información, y a la postre nos enseñaría a percibir los mensajes de los demás enmarcándolos en una relación de igualdad. Así mismo evitaría que nos tragásemos como verdades, sin digerirlas, gran parte de las añagazas que utiliza el poder. En este epígrafe vamos a ver no sólo cómo nos escaqueamos a la hora de hacernos protagonistas de nuestras propias aseveraciones, con lo que le damos gato por liebre al receptor (pretendidas informaciones contrastadas por simples y personales proyecciones psicológicas, por ejemplo), sino cómo logramos de una manera casi imperceptible trasladar el problema de la responsabilidad de hablar y de decir a “otro” u a “otros”.

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