¿Cierto?

Es, desde luego, una pregunta retórica. Quiero decir, más retórica que las demás muletillas. Aquí estamos ya ante un profesor de lógica, en sentido estricto. O ante un Sócrates precipitado, que siempre parece que va a llevarte en su alocución hasta los ominosos límites del misterio del saber. En realidad más que otra cosa es adorno egoico, como una ristra de autoalabanzas salteadas a lo largo del discurso a modo de mojones, inyecciones de autoánimo para poder continuar esforzándose en desbrozar esos angostos y oscuros circuitos neuronales por los que ha osado incursionarse.
Se supone que a estos usuarios les causa horror asumir que —al igual que Molière y los humanos en general hablamos en prosa de manera espontánea— sus afirmaciones pueden caer en la torpeza de ser subjetivas (como sujetos que inevitablemente son), y tratan por todos los medios de hacernos creer (o de creerse) que todo lo que dicen ha sido refrendado por un previo programa de lavado y secado lógico-estructural.
Pero lo cierto es que, como toda muletilla, se trata de una manifestación de inseguridad personal.
Muy hispano. Argentino especialmente.
Variante: '¿no es cierto?' Más cursi aún, si cabe.

El sábado, que hacía un calor espantoso, ¿no es cierto?, me compré un helado de ésos de chocolate que están buenísimos, pero que luego te dan una sed terrorífica, ¿cierto?, y me metí en un cine.

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