…Que digamos

Esta muletilla, un tanto arcaizante, no tiene una estructura muy lógica que digamos. La he encontrado escrita por primera vez en 1758 en un libro cuyo título tanta gracia nos hacía a los estudiantes de Literatura Española en el bachillerato.

"…y es así, a la manera, que digamos, de aquello que dice el refrán: 'romperle la cabeza y después lavarle los cascos'".
[José Francisco de Isla. Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas alias Zotes, 1758]

Pero tampoco con ello llegamos a entender su significado formal. Su principal rasgo diferenciador radica en que se emplea sólo en las negaciones, para recalcarlas o amplificar su valor. Ese ‘digamos’ que contiene, ya analizado anteriormente, parecería estar haciendo un llamamiento a un sentimiento o gusto participativo o común, cómplice, en una palabra. A un “estaremos de acuerdo en que no…”, pero normalmente a posteriori de lo negado, a toro pasado, y por lo tanto, como un latiguillo rápido (aunque no se cumplan precisamente estas características en la cita de Fray Gerundio). Seguramente adopta esta forma incierta, gramaticalmente incongruente, para no caer en el cultismo y la pretenciosidad ya señalada del 'podemos decir' o el 'digámoslo'.

La película no es ninguna maravilla que digamos.

2 comentarios:

  1. El “que digamos” se suele utilizar mal. Cuando se dice una cosa y se añade “que digamos” es lo contrario y amplificado. Pe. No tengo hambre que digamos, tengo mucha hambre, o esa chica no presume nada que digamos, presume mucho.

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    1. Completamente de acuerdo. Pero lo curioso es que siempre se utiliza con frases de negación. Me recuerda a "Ni no ni na", esa expresión andaluza tan coloquial y tan atinada. --¿A ti no te gusta el cine? --Ni no no na. Si nos fijamos bien son cuatro negaciones juntas que se convierten en una gran afirmación.

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