Es importante también tener escapes, salidas de emergencia más o menos cómodas y aparentemente baratas a la hora de decir las cosas. Porque sabemos que no todo es blanco o negro, que existe la ambigüedad, las medias tintas, las dudas. Porque no hablamos como quería Wittgenstein, como si expresásemos fórmulas matemáticas. Estas partículas relativizan nuestras afirmaciones, solicitan un poco de manga ancha al oyente, recaban su complicidad en nuestra vaguedad o inexactitud. El uso desmedido de este tipo de recursos, demasiado disponibles en el habla corriente, los convierte en muletillas.
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